Ese invisible objeto punzante disfrazado de emoción
Te disfrazas de rabia, tristeza o ansiedad. Pasas largos ratos a mi lado, tan insistente como impertinente. Tras tus huellas van conflictos, lágrimas y alguna que otra pataleta. Ocupas y preocupas. Tienes poder, mucho poder en mi mundo emocional. Puedo bailar contigo, si te reconozco; pero me haces perder el equilibrio si vas demasiado lejos en tu manipulación. Eres quejica pero dicen que eres necesaria, para aprender y para templar el carácter.
¡Así eres tú, frustración!
¿Recuerdas al pequeño Pepe caprichoso que deja de respirar cada vez que se frustra en el cómic Astérix en Hispania? Es una buena visualización de lo que quiero hablarte en este post.
Este estado emocional complejo es uno de los actores principales de muchas historias de decepciones y malestares, una razón frecuente para acudir a una consulta de psicoterapia. Hoy, si te apetece, me puedes acompañar para comprender mejor de qué va este objeto punzante llamado frustración.
LAS DIFERENTES CARAS DE LA MISMA EMOCIÓN
Escena 1: La expectativa que no se cumple
A un día de mudarte a tu nuevo piso de alquiler, te enteras que los propietarios han encontrado compradores y te dejan en la estacada. Te ves con tus cajas en la calle; sabes que eso no va a ocurrir porque ahí está tu hermana, a quien llamas enseguida. Cuál es tu sorpresa cuando escuchas un “esta vez lo siento, no te puedo ayudar”. Parece ser que está muy liada con su nuevo curro, que necesita paz en su casa y que además no tiene sitio para alojarte. Te quedas sin palabras.
Escena 2: El objetivo no realista
Quieres presentarte a un puesto de trabajo y necesitas un título de inglés. Hace tiempo que no lo hablas y más aún que no lo estudias, pero aún así decides ir a por todas y te apuntas al nivel más alto. A un mes del examen, te bajas un programa de idiomas y empiezas a hacer ejercicios. Tus series favoritas a partir de ahora la ves en versión original y quizás te regalas un fin de semana en Londres. A los dos meses de hacer la prueba recibes la nota: suspenso. Te quedas sin palabras
Escena 3: Yo lo hubiera hecho diferente
Una amiga te invita a ir al cine y te apetece mucho un rato para ti. Tu marido trabaja de tardes esta semana, pero tus padres se ofrecen para estar con tu peque. Aceptas la ayuda y disfrutas la película. Cuando vas a recoger al peque, les preguntas qué tal ha ido la tarde y te enteras de que han hecho todo lo contrario a tus rutinas e incluso han obviado alguna de tus pautas. Te quedas sin palabras.
Escena 4: No puede ser
Todo estaba preparado para ir a correr la San Silvestre. Es una carrera que llevas años marcando en tu agenda, le tienes cariño. Un día de diciembre, entrenando, resbalas sobre el suelo mojado y te haces un esguince. El médico te aconseja reposo y dejar para el año que viene la carrera. Te quedas sin palabras.
Algo se ha truncado en todas estas historias. La frustración te ha secuestrado. Conviene rascar un poquito ¿qué hay detrás, o sea, cuál es el motivo real por el cual ha entrado esta figura emocional a escena? A menudo, el motivo se encuentra en tus creencias o esquemas de cómo deberían de suceder las cosas, de cómo deberían ser o actuar las personas, o sobre el modo en que debería tratarte la vida. Cuando lo que tenías pensado no su cumple, se produce un desajuste en tu mente.
DOS POSIBLES CAMINOS A TOMAR
¿Crees que tu hermana debería haberte prestado ayuda? ¿Creías que iba a estar chupado sacarte el título de inglés? ¿Pretendías que tus padres no actuarán según sus creencias? ¿Te parece que no te tenía que haber tocado a ti hacerte un esguince antes de tu carrera favorita? Ni podemos cambiar la situación, ni controlar a las personas. Es lo que hay.
Pasos previos a la regulación emocional
Ya que la situación es la que es, vamos a ver unos pasos para llevarnos mejor con nuestra querida amiga la frustración. Primero, detecto mi emoción y la nombro: eres frustración y acabas de invadirme. Segundo, averiguo el motivo real que me ha llevado a esta emoción: ha aparecido frustración porque se me ha descolocado un esquema mental. Tercero, me pregunto qué quiero hacer con esta emoción molesta, decido el camino a tomar.
Regulación emocional
- El camino que fluye: decido no hacer absolutamente nada; lo dejo estar, no pretendo cambiar nada ni a nadie, mantengo una actitud de espectador, apenas lo comento con nadie pues no necesito consejos. Centro toda mi energía en ACEPTAR lo que hay. Desdramatizo y le quito hiero al asunto. Me doy cuenta de que efectivamente no ha sucedido lo que creía que iba a suceder ¿acaso voy a perder el equilibrio por ello? Pienso que aún con frustración puedo estar lo suficientemente bien.
- El camino que flexibiliza: me apetece suavizar mi frustración. Una opción es darle un giro al esquema mental que se ha visto descolocado por la situación. Las ideas que tengo sobre cómo deben de ser las cosas, sobre cómo deben actuar los demás, sobre cómo me debe tratar la vida son solo eso, ideas. Algunas son mías pero otras muchas las he heredado, me las han inculcado, me las he apropiado sin darme cuenta, en diferentes momentos de mi vida y por distintas personas (sociedad, escuela, familia, amistades, pareja, etc.). En todo caso, puedo eliminarlas, o CAMBIAR y hacerlas más flexibles, eso sí está en mis manos. Prueba algo así como “normalmente creo que lo mejor es que las cosas sean así, pero en esta ocasión puedo tolerar que sea un poco diferente”. De esta forma, entenderás que tu hermana no te haya ayudado esta vez, corregirás tu creencia de que con poco esfuerzo todo te sale bien, permitirás que quién cuide de tu peque pueda hacerlo a su manera, pensarás que no poder correr la San Silvestre este año no es un drama. NADA es tan importante mientras tú seas quién decida qué importancia tiene para tu bienestar psicológico. Estoy segura que de podrías ser flexible en muchísimas cosas que, a priori, eran impensables mover.
Estas pinceladas sobre la regulación de la frustración en situaciones del día a día pueden darte pistas. Prueba a ver ¡suerte!
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