Violencia de género digital y fenómenos de acoso y abuso en la red: una mirada psicológica | El cibercontrol

Hace algunos meses, tuve la oportunidad de participar en unas Jornadas organizadas por el Área de Igualdad del Ayuntamiento de Pamplona en el marco del Pacto de Estado Contra la Violencia de Género. El foco de interés era la violencia de género en las relaciones entre jóvenes en los contextos digitales. ¿Sabías que a la mayoría de las personas usuarias habituales de las nuevas tecnologías les cuestas reconocer conductas abusivas como el control online? Durante tres días, y a través de las aportaciones de unas cuantas miradas profesionales, pudimos reflexionar sobre cómo fenómenos de acoso y abuso están proliferando a través de la modalidad online. 

A lo largo de los próximos post, voy a compartir contigo mis reflexiones sobre un tema que es muy relevante: cómo nos estamos relacionando en el mundo virtual, qué riesgos existen. Este nuevo espacio virtual es parte ya de nuestra vida, y lo que pasa en él tiene grandes repercusiones sobre la vida real de las personas usuarias de las nuevas tecnologías.

El cibercontrol es una modalidad de acoso online que ejercen habitualmente muchas personas en sus relaciones de pareja. Lo “ciber” es en realidad el modo virtual de expresar diversos tipos e intensidades de violencia que son propias de la vida real; el cibercontrol por ejemplo en una relación de pareja suele acompañarse de algún tipo de control también en la vida real. Un estudio de la Universidad de Santiago de Compostela, de la mano del profesor Jorge García Marín, constata que las redes sociales perpetúan los estereotipos de género.  Esto nos devuelve la realidad: aún nos queda mucho, mucho camino para la igualdad. Quiero proponerte un ejercicio. De las 14 situaciones que puedes leer a continuación ¿cuáles no te parecen conductas de control? ¿cuáles te parecen de mucho y cuáles de poco control?

La cuestión es visibilizar actos aparentemente inofensivos y darnos cuenta de que son auténticas conductas de control. Las chicas más jóvenes son las más vulnerables a sufrir cibercontrol por parte de sus parejas varones. Algunas lo tienen claro, y deciden no seguir con la relación porque no toleran sentirse vigiladas ni cuestionadas de manera tan reiterada. Sin embargo, otras muchas chicas no llegan a reconocerlo. Algunas no piensan que lo que su pareja está haciendo, por ejemplo, su insistencia en saber en todo momento dónde están o qué están haciendo, es control y no amor. Otras sí sienten que el control de sus novios les molesta, pero de alguna manera lo justifican y dicen “Mi novio tiene las contraseñas de mis cuentas porque no tengo nada que esconderle”, “No quiero que sienta que le aparto, por eso he aceptado incluirle en mis grupos”, “Si quiere revisar mis fotos antes de subirlas es para darme un punto de vista objetivo”, o “Le digo donde estoy varias veces a lo largo del día, no vaya a ser que me pase algo y esté sola”. Estas frases son ejemplos reales, que muestran como el control puede manifestarse de formas muy sútiles.

Investigadoras de la Universidad de Granada han llevado a cabo una serie de estudios con el objetivo de indagar sobre la percepción que tiene la juventud sobre el control en las relaciones de pareja. Los principales resultados indican que la mayoría de jóvenes consideran el control una práctica habitual entre las parejas de su edad. Sin embargo, pocas de ellas manifiestan sufrir o ejercer control en sus relaciones. Cuando se les muestra un escenario concreto de control, las mujeres tienden a no percibir el riesgo y los hombres tienden a no identificar que podrían estar ejerciendo control.

Parte de nuestra labor como madres, padres o personas implicadas en la educación de los jóvenes es abrirles los ojos a ciertas realidades que puedan poner en riesgo su libertad, su dignidad y ayudarles a tomar conciencia sobre cómo quieren relacionarse con otras personas.

Si te apetece pensar en esto a través de una canción, te recomiendo https://www.youtube.com/watch?v=2hrtObEhXUg. Te quiero libre, y me quiero libre contigo.

Nos vemos en el próximo post.

Confinamiento y sus retos: individual, familiar, sexual y de pareja

Por favor, póngase la máscara de oxígeno antes de ponérsela a otros

Propongo aplicar esta norma básica para cuidar nuestra salud emocional. ¿Has esperado alguna vez a estar al límite de tu capacidad de tolerar alguna circunstancia para hacer algo diferente o pedir ayuda? Tomemos en serio eso de “cuidarse para cuidar”. Es posible que durante estas últimas semanas hayas tenido que ayudar a una, varias o muchas personas. Y para ti… ¿qué has hecho para ti? A veces invertimos todo nuestro tiempo, nuestras fuerzas y nuestros recursos para posibilitar la armonía y el bienestar de otra persona o grupo de personas, pero descuidamos el nuestro propio. No es ser egoísta darse un tiempo. No es ser egoísta pensar en mí.

Estamos mejor que nunca

Quizás te sientas identificado con aquellas familias que están descubriendo grandes oportunidades de relación gracias a sentarse juntos a comer desde hace dos meses. A los gabinetes de psicoterapia nos están llegando buenas y sorprendentes noticias desde esta nuestra actual situación: adolescentes que están estableciendo mejores relaciones con sus padres, padres que pasan tiempo en cantidad y de calidad con sus hijos, abuelos acogidos por otros familiares a los que apenas veían… ¿Y si la familia fuera lo que siempre ha querido ser? El lugar donde sentirse bien, acompañado, protegido… momentos hermosos de compartir, momentos que dan sentido a la palabra FAMILIA. El reto será ver si este bienestar familiar podría establecerse como nueva normalidad más allá del estado de excepción.

No pudimos despedirnos: un duelo complicado

Sea por virus o por cualquier otra causa, morir en tiempos de crisis sanitaria es trágico y en no pocas ocasiones traumático. Para quien se va, y para quienes se quedan.

Por una parte, existen elementos relativos a las circunstancias de la muerte; la sensación de que podría haberse evitado, incertidumbre en cuanto a lo que sucedió, impotencia por no haber podido acompañar, rabia por no haberlo podido prever.

Por otra parte, todo lo que tiene que ver con aquello que hace más posible la elaboración del duelo y que no está pudiendo ser en estos tiempos de restricciones. Se prohibieron los rituales de despedida, desde los abrazos con seres querido y conocidos, hasta los funerales y recogimiento. La no presencia, aquello que no pudimos decirnos en persona. Y esta falta de red de apoyo, de calor humano, de ayuda por parte de otros seres queridos y, en alguna ocasión, de profesionales. Todos estos y muchos más aspectos pueden congelar o dificultar el normal proceso de duelo. Si de por sí adaptarse a la perdida de alguien importante cuesta, si se suma una sensación subjetiva de incomprensión o injusticia, la persona puede quedar atrapada en su sufrimiento.  

Sexo y exceso en tiempos de aburrimiento y ansiedad

Mucho tiempo, aburrimiento, falta de cariño, aislamiento social, ansiedad.  Estos podrían ser los ingredientes de que se hayan instaurado en el tiempo de confinamiento algunas conductas excesivas y/o abusivas. El móvil, la repostería, las redes sociales y… el sexo, la masturbación, el porno. No es el qué, sino el cuánto y el cómo. Si una vez estés pudiendo retomar cierta normalidad, persiste la conducta que se convirtió en excesiva, mira a ver qué pasa y trata de regularla. Recuerda la diferencia entre apetencia y necesidad; lo hago por placer o lo hago para evitar sentir algo desagradable (ansiedad, ganas, vacío). ¿Me apetece o lo necesito?

¿La crisis y la pareja, o la pareja en crisis?

Vaya experiencia nos está tocando vivir a nivel también de pareja. Hay varios aspectos en juego.

Primero, que la dimensión individual se ha mezclado con la dimensión de pareja y/o familiar; ha faltado intimidad, ha faltado privacidad por habernos visto juntos tanto tiempo.

Segundo, que a la vez que hemos tenido que convivir 24h, también hemos tenido que lidiar con otros asuntos, de menor o mayor intensidad e importancia, sin más apoyos que tú y yo. ¿El vínculo se ha reforzado, o la discordia se ha acentuado?

Otro aspecto es que el cuidado de los hijos ha sido y está siendo aún tan demandante que la pareja de padres no ha dejado espacio a la pareja de amantes que son los padres y las madres.

Para terminar

Este estado excepcional ha generado estos y muchos otros retos para el individuo y la sociedad. Es posible que hayas desarrollado recursos y herramientas nuevas o que no conocías. Ojalá puedas seguir utilizándolas a partir de ahora.

El dolor de lo invisible

Se han edificado muros de silencio alrededor de la muerte, para huir de la experiencia vital del dolor emocional. La vivencia de pérdida por fallecimiento, si bien es universal, resuena en cada persona de manera particular y única. Muchas de las situaciones de pérdida por fallecimiento se enmarcan dentro de un proceso de duelo autorizado y compartido, con la organización de un ritual de despedida como, por ejemplo, un funeral, donde la recuperación del equilibrio psíquico no tiene fecha límite y las emociones pueden expresarse. Otras situaciones comparten el punto de partida, la pérdida, pero la trama y el desenlace van por un camino diferente. A estas situaciones “especiales” les ocurre lo contrario; les acompañan un deseo de recuperación exprés, parece que no existe un proceso sino un hecho que ha de asimilarse y olvidarse pronto,  es frecuente que se produzca cierta negligencia ante el dolor ajeno, y una falta de comprensión por aquello que no pudo ser y que parece que no existió.

¿Sabes a qué nos referimos cuando hablamos de la pérdida gestacional?

Terminología

Los profesionales de la salud hablamos de aborto cuando la pérdida del bebé sucede antes de la semana 20 de gestación; de muerte fetal cuando la pérdida es a partir de la semana 20 de gestación y hasta el parto; y le llamamos muerte nenonatal a la pérdida del bebé nacido y hasta 28 días después del parto. Esta muerte inesperada causa un impacto emocional brutal. Hay muchas mamás, muchos papás, y muchas familias que han visto desvanecerse uno de los proyectos más deseados de sus vidas y una interrupción brusca de su proyección. En el momento de la muerte, el bebé ya tenía identidad en forma, por ejemplo, de nombre; el vínculo ya estaba establecido como mínimo con la madre gestante; y muy a menudo y aún sin haber nacido, ya formas parte de la familia, de mi historia y de anhelo. Y en cuestión de nada todo se desvanece. Es necesario que tanto profesionales como el resto de la sociedad nos sensibilicemos sobre esta cuestión, para poder sensibilizarnos y acompañar mejor. 

Impacto psicológico de la pérdida perinatal

El anuncio de muerte, fetal o neonatal, es trágico. Un evento, por cierto, nada infrecuente.

Muchas veces aparecen sentimientos de culpa por parte de la mamá por algo que no ha hecho o ha hecho mal, según cree, y que hubiera podido participar en la causa de la muerte. Causa que a menudo no se encuentra, al menos, en nada evitable. La pregunta ronda las mentes, una y otra vez ¿Por qué? Sin resolverse acaban en bucles obsesivos. En todas las situaciones de pérdida gestacional, incluso en los casos de abortos espontáneos ocurridos en las pocas semanas de gestación, se hace necesario un proceso de elaboración de la pérdida.  

Por otra parte, florecen un gran abanico de emociones y sentimientos. ¿Cómo están pudiendo ser expresados? ¿Quién les ayuda a estos padres a comprender la función de estas vivencias emocionales? ¿Cómo gestiona la pareja sus momentos de angustia, duda, desesperanza, falta de ilusión?

De lo que se trata es de conectar con el dolor, permitir que exista y se manifieste. Porque es real. Este es uno de los objetivos de la ayuda psicológica.

Duelo desautorizado

“Céntrate en tu otro hijo”, “El feto no vendría bien, la naturaleza es sabia”, “A pasar página y funcionar, “Así lo quiso la vida”, “Menos mal que no lo llegasteis a conocer”, “No te rindas, no te hundas, arriba ese ánimo“, “Iréis a por otro bebé”. Esto es lo que personas a las que he acompañado en sus duelos han tenido que escuchar de amistades, familiares y profesionales. ¿En serio crees que podré olvidarlo tan fácil? ¿De verdad piensas que ojos que no ven corazón que no siente? Lo que ocurre en un duelo perinatal es que las personas se mueven en dos planos: uno real y otro simbólico. Este segundo no se contempla, razón por la que muchas veces se piensa que si no se ha conocido o convivido con el bebé, la pérdida es menos dolorosa o incluso inexistente. Esto se ve claro en los casos de abortos, donde la pérdida de lo que no pudo ser no es comprendida. Creo que somos torpes ante el sufrimiento ajeno y desde nuestras mejores intenciones, buscamos palabras de consuelo que dejan perplejos a los afectados. ¿Qué tal si permitimos que ellos sientan lo que necesitan sentir? ¿Qué tal si hacemos de soporte de su dolor sin necesidad de hablar o de dar consejos? Por suerte hoy en día existen muchas instituciones, asociaciones y personas que sí ofrecen un apoyo y un acompañamiento excelente en los casos de pérdida gestacional. Pero ¿qué pasa cuando no hemos podido hacer un buen cierre, un ritual de despedida? ¿Qué pasa cuando tu recuerdo no cuadra en mi biografía y me produce mucho dolor? No podemos dejar que “el tiempo lo cure”, no.

Buenas prácticas en el duelo gestacional

De entre de los principales factores de riesgo que podrían contribuir a que el proceso de elaboración de la pérdida de un bebé no pudiera realizarse adecuadamente están la pobre sensibilidad sanitaria y la ausencia de ritual de despedida, ambas muy relacionadas. Además de estos, hay toda una serie de recomendaciones de buenos tratos y cuidados hacía los padres que viven esta experiencia.

Quiero hablarte de algunas buenas prácticas que a muchas mamás y a muchos papás les han resultado beneficiosas.

¿Qué pasó?

Una de las ayudas más genuinas que podemos ofrecer a las personas que nos confían su dolor es escuchar. Nos encontramos muy frecuentemente con una necesidad de volver a procesar todo lo que ocurrió, antes durante y después de la mala noticia. Permitamos que a través de nuestra escucha puedan hacerse un esquema de cómo pasó todo. Además, a menudo encuentran respuestas que les ayudará a comprender mejor. Cada detalle de lo que nos quieren contar es importante; no minimicemos nada ni queramos adelantar su proceso. Primero revivimos la experiencia a través de relatarla; después la procesaremos.

¿Ver o no al bebé del que vamos a tener que despedirnos?

Estudios han indicado que la primera reacción de la mayoría de las mamás y de sus parejas es no querer ver al bebé. La decisión es muy personal, pero muchos padres han reconocido que ver y abrazar a su bebé les ha sido beneficioso para crear un recuerdo del que acordarse. Porque despedir no es olvidar, es posibilitar que su recuerdo pueda integrarse correctamente en la biografía de los que se quedan, en este caso especialmente en la de sus padres y hermanos. Abrazar. Hablar. Mirar. Ayuda ponerle cara, hablarle directamente para decirle todo lo que se le quiere. En ese momento os desgarran emociones muy intensas. Si así lo consideréis, otros hermanos y demás familiares también podrían, en la más pura intimidad del hospital, despedirse también el bebé.

Confeccionar una cajita de recuerdos

Porque existió, aunque no compartisteis tiempo en vida, y porque queréis recordarle. Todo lo que tengáis desde que supisteis de su existencia, aún en el vientre materno, e incluso aquello que estuvo presente en el momento de vuestra despedida con él o con ella os va a ayudar a recordarle. Ecografía, alguna foto realizada en el momento de la despedida, objetos identificativos, pertenencias que le eran destinadas. Ponlo todo en una caja que guardaréis, toda la familia, en casa. Cada uno, según le vaya surgiendo la necesidad, puede abrir la caja y encontrarse con el recuerdo de su bebé o de su hermanito o hermanita.

Cuéntale lo que no pudiste expresarle

A menudo las familias se quedan con la sensación de que no han tenido la oportunidad de despedirse, al menos no tal y como les hubiese gustado o como lo pudieron hacer con otros seres queridos. En la consulta con un profesional de la Psicología, hacemos uso de técnicas muy útiles para reparar y conectar con la experiencia, aun cuando han pasado meses o años desde su ocurrencia. El uso de las cartas terapéuticas permite dar salida a todo aquello que no pudo expresarse en su momento, por diferentes razones. Esta técnica debe estar diseñada y supervisada por un profesional para cada caso particular.

Esta carta puede guardarse en la cajita de los recueros, por ejemplo.  

Cómo contárselo a los hermanos

La muerte nos genera tal angustia a los adultos que quisiéramos alejar a nuestros hijos e hijas de situaciones dolorosas para evitarles sufrimiento. En el caso de la muerte de un ser cercano, como lo es la de un bebé que todos esperaban, es imprescindible hablar de ello en casa. Incluso, si es que lo hubiera, participar en el funeral permite recolocar el suceso en la vida de todos los miembros de la familia. Cuando está claro que en casa algo muy triste está pasando, no dejemos que nuestros peques piensen ¿será porque he hecho algo mal que mamá llora? ¿será porque mamá y papá ya no se quieren que papa está tan enfadado? Los cuentos representan una excelente herramienta para explicar el concepto de muerte a los más pequeños de la casa. Hablarles con palabras sencillas, sin hacerles pensar que volverá, ayudándoles a comprender qué implica y qué siente cada miembro de la familia será esencial para evitar que esta experiencia se enquiste y se niegue. En todos los casos, cada persona sigue su ritmo de asimilación y de aceptación.

Déjate ayudar

Muchas familias no precisan una ayuda más allá de la que les pueden proporcionar los profesionales, sus familiares y amistades que les acompañan en estos momentos tan duros. Sin embargo, la psicoterapia puede ser un espacio buscado por muchas personas para las que encajar esta experiencia no está siendo fácil. Buscar ayuda significa querer cuidar y cuidarse haciéndolo lo mejor posible.

Si quieres más información, recursos para abordar este tema en familia, o ayuda directa, escríbeme.

Lo que tienes tú que yo quiero tener y no tengo

La gente siente envidia. No, ya sé que tú no, no eres de esas personas. Oír esta palabra ya nos hace sonrojar y la idea de que nos descubran en pleno acto pecaminoso nos obliga a hacer uso de la muletilla salvadora “pero de la buena ¿eh?”. Igual que cuando pedimos perdón antes de decir una barbaridad, como si esto nos autorizará a hablar sin filtros.

En mi espacio de psicoterapia escucho muchas historias. No hay dos iguales, todas tienen su particularidad. Las personas no piden terapia porque la envidia les está molestando, así directamente no. Sin embargo, nos encontramos con este sentimiento muy a menudo en el camino. ¿Hay envidia buena y envidia mala? ¿Si siento envidia buena todo está bien, pero si siento envidia mala tengo que cambiarla?

El relato de Carmen

Carmen dice ser una mujer con baja autoestima y muy insegura. Recientemente han ocurrido unos sucesos en su vida que le han desestabilizado; me cuenta disgustada que no lo entiende porque no ha pasado nada realmente relevante, más bien un cúmulo de pequeñas cosas. Carmen aún no es consciente del poder que su sentimiento de envidia está teniendo en todo su malestar. Resulta que recientemente se ha enterado de que su ex pareja lleva ya un tiempo de relación con otra mujer a la que ella conoce; al mismo tiempo su vecina y amiga le ha contado lo contenta que estaba por haber sacado plaza en unas oposiciones a las que ella también se ha presentado; y todo esto en un ambiente familiar de tensión por unas pruebas médicas a las que está sometiéndose el padre de Carmen por un problema de salud aún sin pronosticar.

Tristeza, rabia, preocupación. Con estas vivencias llega Carmen a la primera sesión de psicoterapia.  Conforme su relato se va concretando, nos vamos dando cuenta de la presencia de un sentimiento escondido entre las palabras. Los dos sucesos ocurridos recientemente han activado un proceso de comparación en Carmen del cual no sale bien parada. Junto con la comparación aparecen dos estados: la sensación de inferioridad y la rivalidad. No es solamente la idea de que ellos tengan y ella no, sino también la desvalorización de su persona por colocarse ellos en la posición de superioridad, tomando ella irremediablemente la posición inferior. Fruto de este esquema llega la envidia. Cuando permitimos que la envidia entre en el espacio de terapia, cuando Carmen se autoriza a expresarla, entonces podemos dar voz a su nudo en la garganta. Envidia por los afectos que ella no está recibiendo, envidia por el éxito que ella no está consiguiendo. Carmen entiende cuánto protagonismo tiene realmente la envidia en su historia. En un momento de esta toma de conciencia aparece la tristeza; ésta, unida a la envidia, aparece como una sensación de pérdida ¿por qué tú sí y yo no? Es como si el hecho de obtener los demás algo que ella no tiene hiciera real su carencia. Estando en un estado emocional más frágil de lo habitual, las vivencias emocionales se intensifican, provocando sufrimiento.

La envida, en sí, no es mala ni buena. Es maladaptativa.; no permite admirar lo que el otro tiene, estropea el deseo genuino del bien ajeno y anula toda bondad en las relaciones entre las personas. El envidioso no quiere conseguir lo mismo sino que los demás pierdan el objeto de su envidia; algo así como “Ojalá te vaya muy mal”. El lugar que este sentimiento pasional ocupa en la narrativa de Carmen debe transformarse.

Desactivar la envidia

Transformar la envidia significa dar estrategias alternativas en la manera de vivenciar lo que sucede. En terapia podemos trabajar algunas cuestiones importantes.

  1. Cultivar la alegría por el bien ajeno: se trata de dejar de ver a los demás como rivales, como seres superiores o inferiores, como ganadores o perdedores.  Se trata de romper con esta visión bien-mal de mí, de los demás, del mundo. Cultivar la bondad, la gratitud sirven para una mejor convivencia con los que me rodean.
  2. Evitar la comparación: sabiendo que la comparación, a menudo, resulta desfavorable, conviene aprender a abandonar esta atención obsesiva hacía el otro. Mi punto de partida soy yo, y mi mirada hacía el otro se convierte, si eso, en admiración,
  3. Reparar la mirada interna: la autoestima queda lastimada con las comparaciones envidiosas; la percepción interna de inferioridad mina a la persona. Se trata pues de restaurar la mirada interna, centrarme en amar, aceptar y agradecer lo que soy realmente, no lo que quisiera ser idealmente.  

Si alguna vez te permites reconocer tu envidia, transfórmala a través de estas tres pautas.

Si te ha gustado este artículo, te recomiendo el libro en el que me he inspirado. Se trata de Psicología de los siete pecados capitales, del autor Manuel Villegas.

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Imagen: «La envidia. Lectura en el Parque», de Ignacio Díaz Olano.

Soledad ¿me acompañas?

Hoy te propongo una experiencia sensorial: un post musicalizado. Para ello, te propongo la canción Ma solitude de George Moustaki.  No necesitas ver el vídeo ni entender la letra de momento, solo ponerte la melodía de fondo. Cuando estés preparado o preparada, dale al play y empieza a leer pausadamente lo que a continuación te quiero contar. 

SOLEDAD

Querida mía. Vienes a visitarme, más a menudo últimamente ¿quién te ha invitado? Yo no.  Pero encontraste mi puerta abierta, y pensaste que mi compañía siempre es un buen consuelo.  Una vez más, haces de las tuyas, y te encuentro ocupando la otra mitad de mi sofá.  Hoy estoy celebrando una gran noticia que tengo preparada. Hoy he decidido verte con otros ojos.

Te he evitado toda mi vida, porque me asustabas. Hueles el miedo de las personas ¿verdad? Siempre he creído que, si te invitaba a tomar el té, te quedarías a cenar ¿Quién querría darte pie a intimar? Yo no. O esa era mi creencia. Recuerdo una temporada, a principios de los setenta, en la que yo lo estaba pasando francamente mal. Pérdidas varias, una depresión y meses de lenta y cansada recuperación. Viniste todos y cada uno de los 260 días que duró mi mal trago. Es posible que tu intención fuera buena, no lo dudo, pero me pareciste un ogro. A tu lado sentía vacío, desasosiego, rabia, y a veces furtivas ideas de irme sin despedirme. No lo sabes, pero no eres la invitada más apreciada. Entiéndelo, tienes una parte mezquina porque apareces justo cuando la vida se pone cruel. Mis amigas también te conocen bien, algunas te miran con sospecha, otras se lo toman con filosofía. Yo no he podido ni mirarte a la cara.

Sin embargo, hoy a mis noventa y dos años, por fin comprendo cuál es tu misión y puedo mirarte con compasión. No tengo nada que temer, y menos de mí. Porque lo comprendo todo, tú me devuelves todo lo que yo soy, todo lo que me vivo y me siento. Desde hace ya unos cuantos años mi vida ha cambiado, de eso ya me doy cuenta. He luchado para seguir el ritmo, he sudado para no perder mis habilidades, me he empeñado en no envejecer. Contra este mal no estoy curado. Pero después de noventa años te he aceptado, a ti SOLEDAD. Toda una vida. El truco era sencillo, pero nadie me lo había enseñado. Y yo andaba tan ocupada en no sufrir, que ni te hacía el caso que merecías. Ahora tu presencia me da paz. No temo estar contigo. Ahora cuando te percibo eres bienvenida ¿quieres un té? Puedes venir a contarme lo que te plazca, no pestañearé ante tus juicios o tus amenazas. Me hace bien soportarte, me recuerdas quién soy y qué hago aquí. Y me ayuda a prepararme. Prepararme para mi última despedida.

Gracias por haber venido, querida mía.

Ahora escucha la canción otra vez. Esta vez con la letra traducida.

No te la juegues

Sería ¡un disparate! que volvieran a nuestras pantallas anuncios como el del vino quinado para abrir el apetito o el de cigarrillos y puros. Sonaría a provocación, para personas cómo tú y como yo, concienciadas y sensibilizadas en cuestiones de salud. Y mientras, el mercado de consumo, incesante y frenético, ofrece nuevos productos. Escape Room, tapersex, hamburguesas de Wagyu, depilación láser, Tinder, pulsera de actividad física, smoothies, patinetes eléctricos… ¿quién no ha consumido alguno de estos productos en los últimos tiempos? Sigilosas y perversas, nuevas necesidades creadas para sedientos consumidores se van añadiendo a la lista de la compra, junto con otros productos igualmente apetecibles y accesibles como los juegos de azar, las apuestas deportivas, el Fornite

La cifra de incondicionales sube

Desde hace un tiempo vamos viendo el potencial peligro de estas actividades. En efecto, los datos muestran que cada vez más personas, y a edades muy tempranas, abusan e incluso se enganchan hasta tal punto de desarrollar un proceso adictivo. La Organización de Consumidores y Usuarios arroja datos recientes alarmantes: el número de jóvenes adictos al juego en tratamiento se ha cuadruplicado en pocos años y el 6% de los alumnos de ESO ha apostado alguna vez. Una encuesta realizada en 2015 por la Dirección General de Ordenación del Juego, un organismo encargado del control del juego online, concluyó que el 44 % de las personas que se iniciaron en el juego con menos de 18 años desarrollaron juego patológico. Internet en el móvil ha abierto un mundo de posibilidades en las relaciones y en las comunicaciones, pero también ha permitido que muchísimas personas, menores incluidos, tengan acceso al consumo de todo tipo de productos, algunos de ellos con un componente de riesgo. La pornografía, el póker, el bingo, los juegos de casino, y las apuestas deportivas están encontrando cada vez más adeptos y se prevé un aumento de consumo abusivo. Sin supervisión ni límites, la probabilidad de que dichas conductas tengan un fuerte impacto en la funcionalidad de un chico o de una chica más joven es muy alta.

La delgada línea entre uso, abuso y adicción

El alcohol, los videojuegos, el sexo, la lotería, las compras, el móvil, los juegos y las apuestas no son en sí perjudiciales si hacemos un uso adecuado. Pero ¿qué es un uso adecuado? El uso adecuado se da si ese consumo no trae complicaciones o problemas, ni a ti ni a tu entorno. En el caso de Internet, de redes sociales, del móvil… tenemos que reconocer que hacemos un uso continuado, a veces exagerado, y que muchas veces nos distrae del contacto tú a tú y de nuestras responsabilidades ¿no? Cuántas horas pasamos con las pantallas. Abusamos. El siguiente nivel, el paso del abuso a la adicción, es difuso, y está relacionado con diversas variables.

No es ficción, es realidad

Y de repente pasa lo que Darío llevaba esperando que pasara desde el inicio ¡Gana! Como rara vez se gana en la primera jugada, piensa “ya sabía yo que esta vez me iba a tocar, si no hubiera ganado, no habría seguido”. Esto es lo que Darío cree. La primera vez que sales ganando te conquista, y es este primer premio el eslabón tras el cual puede desencadenarse una secuencia infernal. Es posible que con esta ganancia Darío recupere lo invertido, pero tampoco es que haya sacado mucho beneficio; son los ingredientes perfectos para animarle a seguir. Lo que pasa a continuación tiene dos alternativas que llevan al mismo camino: ganar le daría confianza para seguir jugando y perder le obligaría a seguir jugando para recuperar lo perdido y no sentirse engañado. Los días pasan y su afán de superación crece. Llega un día, no muy lejano, en que la mitad del sueldo de Darío ha desaparecido, así en cuestión de clicks de apuestas y juegos. Nunca imaginó que euro a euro llegaría a gastar cientos de ellos.  No quiere admitirlo, de hecho, ni lo ve como un problema, pues piensa que lo puede controlar. Su objetivo es evitar que su entorno próximo se entere. Prepara una buena estrategia para que no haya ninguna consecuencia: pide dinero a su mejor amigo, adelanta su sueldo o, en el peor de los casos, toma prestado sin previo consentimiento. Va a por todas ¡juegas más y más!

A NIVEL COGNITIVO, vamos a ponernos en la mente del jugador y analizar qué está pasando. Se han estado elaborando unos pensamientos mágicos que guían la conducta de Darío. A algunos de estos pensamientos se les llama sesgos cognitivos porque la mente comete un error a la hora de analizar la realidad. En el caso de Darío, empieza a comportarse como si pudiera tener control sobre los sucesos aleatorios (la ilusión de control). Confunde azar con suerte y con habilidad, piensa que ganar o perder depende en gran medida de la buena estrategia que use. Esto ocurre por ejemplo cuando tienes más confianza en que vas a ganar si puedes elegir el número de la lotería. Otro error que pudiera estar cometiendo la mente de Darío es darle más importancia a cuando gana que a cuando pierde (sesgo confirmatorio). Lo mismo sucede con el horóscopo: si me cuadra lo que predice le daré valor, si no me cuadra ni lo contaré ni lo tendré en cuenta. “Sabía que esta vez iba a ganar”, piensa Darío; es lo que pasa cuando ya conoce el resultado y dice que sabía lo que iba a pasar (sesgo retrospectivo).

Lo que desde luego parece común a todas las personas que están metidas en el bucle adictivo del juego patológico es la obsesión por recuperar el dinero perdido y la creencia de que una vez que eso ocurra dejarán de jugar. Y sin embargo sabemos que la última siempre es la penúltima.

A NIVEL EMOCIONAL, cuerpo y mente piden a través del Síndrome de Abstinencia su dosis; y lo harán de muchas maneras. A través de mensajes atosigadores :“Lo necesito”, “No puedo soportar esta ansiedad”, “Me sentiré mejor después”, “Es la última y después lo dejo”. A través de síntomas como nerviosismo, inquietud, dolores varios; a través de mandarme sentimientos de vacío, de que “algo me falta”, de que soy más feliz cuando lo hago.

A NIVEL CONDUCTUAL, la persona hará lo que sea para aliviar las ganas de jugar; será capaz de mentir, aislarse, faltar a su trabajo y a sus obligaciones, o dejar de implicarse en actividades de ocio.

¿Esto le puede pasar a cualquiera?

Evidentemente no todo aquél que juega o apuesta necesitará ayuda para salir de un bucle adictivo. Existen diferentes teorías que tratan de comprender por qué una persona se hace adicta y otra no. Algunas de estas teorías encuentran en los rasgos de personalidad una hipótesis explicativa. Existen personas con un déficit en el control de impulsos, para quienes jugar de forma controlada, en cuanto a gasto y tiempo, no es posible. Por otro lado, están las personas con un gran afán de búsqueda de sensaciones , que necesitan siempre más y más para conseguir la misma sensación. También hay personas a quienes la dopamina, sustancia del placer, que segrega su cerebro al llevar a cabo la conducta, les genera una gran necesidad de repetir; para ellas, el juego se convierte en una adicción comportamental . Y también encontramos personas con un rasgo de personalidad dependiente que presentan mayor vulnerabilidad a caer en un proceso adictivo.

En todos los casos, quienes caen en una ludopatía comparten con otros jugadores la razón por lo que empezaron: diversión, entretenimiento, porque está de moda, la curiosidad, por casualidad, porque sus amigos lo hacen. Parece inocente, al principio. Es divertido, al principio.

Nuevas modalidades

Se ha demostrado que el juego y las apuestas online crean más adicción que el mismo tipo de conductas en su modalidad presencial. Esto se debe a que online todo es más inmediato y accesible. La velocidad a la que se realizan las jugadas, la recompensa que se obtiene es mucho más elevada. Por otra parte, ya no es necesario buscar el momento y una excusa para ir a un salón de juegos: la sala está en tu pantalla, lo tienes a mano a cualquier hora. También el hecho de no pagar con dinero en efectivo hace que se pierda la noción de lo invertido. Además, lo que se realiza online parece que tiene menos consecuencias o ninguna consecuencia en la vida real. Y hay que tener también en cuenta el hecho del anonimato.

¿Es posible el juego seguro y responsable?

Sí, es posible. De hecho, a ti que juegas a la lotería o echas una quiniela de vez en cuando aún no te ha atrapado la adicción. Sin embargo, pienso que debemos tener muchísimo cuidado con el consumo de ciertos productos por parte de chicos y chicas más jóvenes; es muy fácil caer.

Yo, ante la duda, prefiero no jugármela.

 

 


Si quieres saber cuál es el método para abordar un proceso adictivo, puedes visitar mi post titulado La rueda del cambio.

Ese invisible objeto punzante disfrazado de emoción

Te disfrazas de rabia, tristeza o ansiedad. Pasas largos ratos a mi lado, tan insistente como impertinente. Tras tus huellas van conflictos, lágrimas y alguna que otra pataleta. Ocupas y preocupas. Tienes poder, mucho poder en mi mundo emocional. Puedo bailar contigo, si te reconozco; pero me haces perder el equilibrio si vas demasiado lejos en tu manipulación. Eres quejica pero dicen que eres necesaria, para aprender y para templar el carácter.

¡Así eres tú, frustración!

¿Recuerdas al pequeño Pepe caprichoso que deja de respirar cada vez que se frustra en el cómic Astérix en Hispania? Es una buena visualización de lo que quiero hablarte en este post.

Este estado emocional complejo es uno de los actores principales de muchas historias de decepciones y malestares, una razón frecuente para acudir a una consulta de psicoterapia.  Hoy, si te apetece, me puedes acompañar para comprender mejor de qué va este objeto punzante llamado frustración.

LAS DIFERENTES CARAS DE LA MISMA EMOCIÓN

Escena 1: La expectativa que no se cumple

A un día de mudarte a tu nuevo piso de alquiler, te enteras que los propietarios han encontrado compradores y te dejan en la estacada. Te ves con tus cajas en la calle; sabes que eso no va a ocurrir porque ahí está tu hermana, a quien llamas enseguida. Cuál es tu sorpresa cuando escuchas un “esta vez lo siento, no te puedo ayudar”. Parece ser que está muy liada con su nuevo curro, que necesita paz en su casa y que además no tiene sitio para alojarte. Te quedas sin palabras.

Escena 2: El objetivo no realista

Quieres presentarte a un puesto de trabajo y necesitas un título de inglés. Hace tiempo que no lo hablas y más aún que no lo estudias, pero aún así decides ir a por todas y te apuntas al nivel más alto. A un mes del examen, te bajas un programa de idiomas y empiezas a hacer ejercicios. Tus series favoritas a partir de ahora la ves en versión original y quizás te regalas un fin de semana en Londres. A los dos meses de hacer la prueba recibes la nota: suspenso. Te quedas sin palabras

Escena 3: Yo  lo hubiera hecho diferente

Una amiga te invita a ir al cine y te apetece mucho un rato para ti. Tu marido trabaja de tardes esta semana, pero tus padres se ofrecen para estar con tu peque. Aceptas la ayuda y disfrutas la película. Cuando vas a recoger al peque, les preguntas qué tal ha ido la tarde y te enteras de que han hecho todo lo contrario a tus rutinas e incluso han obviado alguna de tus pautas. Te quedas sin palabras.

Escena 4: No puede ser

Todo estaba preparado para ir a correr la San Silvestre. Es una carrera que llevas años marcando en tu agenda, le tienes cariño. Un día de diciembre, entrenando, resbalas sobre el suelo mojado y te haces un esguince. El médico te aconseja reposo y dejar para el año que viene la carrera. Te quedas sin palabras.

 

 

Algo se ha truncado en todas estas historias. La frustración te ha secuestrado. Conviene rascar un poquito ¿qué hay detrás, o sea, cuál es el motivo real por el cual ha entrado esta figura emocional a escena? A menudo, el motivo se encuentra en tus creencias o esquemas de cómo deberían de suceder las cosas, de cómo deberían ser o actuar las personas, o sobre el modo en que debería tratarte la vida. Cuando lo que tenías pensado no su cumple, se produce un desajuste en tu mente.

DOS POSIBLES CAMINOS A TOMAR

¿Crees que tu hermana debería haberte prestado ayuda? ¿Creías que iba a estar chupado sacarte el título de inglés? ¿Pretendías que tus padres no actuarán según sus creencias? ¿Te parece que no te tenía que haber tocado a ti hacerte un esguince antes de tu carrera favorita? Ni podemos cambiar la situación, ni controlar a las personas. Es lo que hay.

Pasos previos a la regulación emocional

Ya que la situación es la que es, vamos a ver unos pasos para llevarnos mejor con nuestra querida amiga la frustración. Primero, detecto mi emoción y la nombro: eres frustración y acabas de invadirme. Segundo, averiguo el motivo real que me ha llevado a esta emoción: ha aparecido frustración porque se me ha descolocado un esquema mental. Tercero, me pregunto qué quiero hacer con esta emoción molesta, decido el camino a tomar.

Regulación emocional

  • El camino que fluye: decido no hacer absolutamente nada; lo dejo estar, no pretendo cambiar nada ni a nadie, mantengo una actitud de espectador, apenas lo comento con nadie pues no necesito consejos. Centro toda mi energía en ACEPTAR lo que hay. Desdramatizo y le quito hiero al asunto. Me doy cuenta de que efectivamente no ha sucedido lo que creía que iba a suceder ¿acaso voy a perder el equilibrio por ello? Pienso que aún con frustración puedo estar lo suficientemente bien.
  • El camino que flexibiliza: me apetece suavizar mi frustración. Una opción es darle un giro al esquema mental que se ha visto descolocado por la situación. Las ideas que tengo sobre cómo deben de ser las cosas, sobre cómo deben actuar los demás, sobre cómo me debe tratar la vida son solo eso, ideas. Algunas son mías pero otras muchas las he heredado, me las han inculcado, me las he apropiado sin darme cuenta, en diferentes momentos de mi vida y por distintas personas (sociedad, escuela, familia, amistades, pareja, etc.). En todo caso, puedo eliminarlas, o CAMBIAR y hacerlas más flexibles, eso sí está en mis manos. Prueba algo así como “normalmente creo que lo mejor es que las cosas sean así, pero en esta ocasión puedo tolerar que sea un poco diferente”. De esta forma, entenderás que tu hermana no te haya ayudado esta vez, corregirás tu creencia de que con poco esfuerzo todo te sale bien, permitirás que quién cuide de tu peque pueda hacerlo a su manera, pensarás que no poder correr la San Silvestre este año no es un drama. NADA es tan importante mientras tú seas quién decida qué importancia tiene para tu bienestar psicológico. Estoy segura que de podrías ser flexible en muchísimas cosas que, a priori, eran impensables mover.

Estas pinceladas sobre la regulación de la frustración en situaciones del día a día pueden darte pistas. Prueba a ver ¡suerte!

La rueda del cambio

¿Qué nos hace falta para cambiar una conducta indeseable o perjudicial? ¿Cómo se explica que este cambio se mantenga o no? Esto es lo que se propusieron averiguar en 1984 James Prochaska y Carlo DiClemente. De su investigación nació el Modelo Transteórico del Cambio, herramienta útil y eficaz para la psicoterapia. Inicialmente fue ideado para tratar la adicción al tabaco; hoy en día se aplica tanto para abandonar  una conducta adictiva, a sustancia o comportamental, como para cambiar cualquier otro hábito considerado poco saludable.

Este modelo se basa en la hipótesis, hoy en día más que validada, de que una persona a la hora de cambiar una conducta pasa por una serie de fases que tienen que ver con cuánto está preparada para llevar a cabo el cambio. Son 5 fases y un desenlace que puede ser haberlo conseguido y mantenerse, o tener una recaída. Estas fases siguen una espiral y según en cuál se encuentre la persona, los objetivos para ayudarle a cambiar serán unos u otros, y las probabilidades de lograr el cambio serán gradualmente mayores.

Fases del proceso de cambio

 

Fase de precontemplación

En esta fase no entiendo por qué debería cambiar, considero que mi conducta no es un problema. Bien porque no conozco las consecuencias de lo que hago o bien porque no me conviene darme cuenta. Cuando mis allegados o algún profesional  me advierten del peligro de seguir así, hago como que no va conmigo o lo niego.

Objetivos para avanzar hacia la siguiente fase: considerar tu conciencia de conducta como un problema y obtener motivación para el cambio.

Fase de contemplación

Ahora la cosa ha cambiado y reconoces que no te sientes bien con tu conducta. Percibes las desventajas e incluso los peligros de mantenerla, sin embargo aún te pesan las ventajas. Lo que predomina en esta fase es la ambivalencia. Puede que no te sientas capaz de cambiar o no sepas cómo hacerlo.

Objetivos para avanzar hacia la siguiente fase: ayudarte a aclarar el balance de pros y contras, pasar de la ambivalencia a la decisión, y mantener la motivación para el cambio.

Fase de preparación

Conseguiste aclarar tu ambivalencia y ya lo tienes claro: quieres cambiar. Hay una decisión firme y ya estás ideando planes de acciones para hacerlo real. En esta fase puede que decidas hacerlo por tu cuenta o pedir la ayuda de un profesional, sobre todo si se trata de una conducta adictiva.

Objetivos para avanzar hacia la siguiente fase: concretar qué, cómo y cuándo del cambio deseado, reforzar tu decisión y mantener la motivación para el cambio.

Fase de acción

Manos a la obra. Estás en tu mejor momento para hacer efectivo tu cambio. Después de las fases previas de reflexión y preparación, vas a desarrollar las acciones concretas.

Objetivos para avanzar hacia la siguiente fase: recordar tus motivos para el cambio, potenciar tu autoeficacia y mantener la motivación para el cambio.

Fase de mantenimiento

Llevas más de 6 meses con tu nueva conducta saludable o habiendo abandonado la conducta que te perjudica. Si te mantienes así durante más tiempo, podemos considerar que lo has conseguido ¡Enhorabuena! Aunque ten cuidado, una recaída puede ocurrir en cualquier momento, incluso después de años de haber realizado el proceso de cambio, cuando parece que “por una vez no pasa nada”.

Recaída

Desde la fase de acción o desde la fase de mantenimiento, cuando ya has dejado la conducta problema o cuando ya has incluido en tu día a día tu nuevo hábito, es posible que se produzca una recaída. En este caso, no vuelves a la fase inicial de Precontemplación sino hacía alguna otra fase. Una recaída puede significar que no se ha trabajado lo suficiente alguna de las fases para el cambio, o se ha precipitado para pasar a la acción.

A tener en cuenta

Lo novedoso con respecto a otras versiones de explicación del proceso de cambio es que la persona va avanzando a través de unas fases que van en espiral; es decir, en caso de recaída o abandono del cambio iniciado, la persona no tiene por qué retomar desde cero. Lo seguirá, si quiere retomarlo, desde alguna fase anterior, pero no desde la primera. Esto significa que la recaída no se considera un retroceso ni mucho menos un fracaso, y aunque no es deseable que ocurra, se ve como una fase más de aprendizaje hacía el cambio definitivo.  

En la aplicación de esta modelo en terapia, un error común entre los profesionales es posicionarse en una fase en la que el paciente aún no ha llegado. Por ejemplo, sí tú acudes para dejar de consumir hachís pero aún dudas si quieres o no quieres hacerlo, y yo ya estoy fijando una fecha para que lo dejes y las acciones concretas para alejarte del consumo, probablemente esté precipitándome con respecto a tu propio objetivo.

 

Accede a esta infografía interactiva para comprender bien esta propuesta y, ya sabes, la próxima vez que quieras dejarlo, sigue este modelo ¡Ánimo!

 

La familia, un sistema en constante cambio

Formas parte de un sistema llamado familia. Perteneces a este conjunto de personas que puede ser muy diverso en su composición. Algunos miembros serán más directos, como tu pareja y tus hijos-as. Otros son próximos, como tus hermanos-as, tu madre, tu padre. El resto son más indirectos, por ejemplo tus abuelos-as, cuñados-as, tíos-as, primos-as, etc. Cada uno de los integrantes de tu familia, y te incluyo a ti, interactuáis.

Pues bien, ¿qué pasa cuando alguien hace un movimiento? Los demás tienen que recolocarse, cambiar, modificarse. Veámoslo primero con un ejemplo. Imagina un puzle. Si yo quito una pieza, ¿qué tienen que hacer las demás para que siga siendo un  puzle, aunque tenga que modificarse la imagen que representa? Algunas piezas tendrán que girarse, otras recortarse, quizás haya que añadir alguna nueva, o eliminar otra. Para cuadrar con la pieza de al lado y recomponer la totalidad del puzle, o que al menos se parezca a un puzle y no a un juego de piezas sueltas, cada piececita tiene que cambiar algo.  Una familia es un puzle, dinámico y cambiante a lo largo de toda su vida.

Cuando una hija se emancipa, mamá y papá se ven ante la realidad de encontrarse como pareja de dos en casa. Cuando la abuela viuda fallece, la comida de Navidad supone un reto para la familia. Cuando el tío se divorcia, la relación con la pareja de él cambia. Cuando mamá decide delegar parte de su responsabilidad con las tareas domésticas a su pareja e hijos-as, éstos tendrán que hacer algo diferente. Cuando nace el primer bebé, la pareja de novios se convierte en pareja de padres. Si ante estas situaciones, alguien no quiere cambiar el rol o la posición que ocupaba hasta el momento, el sistema tendrá dificultad para seguir en armonía. Puede que alguien este cómodo, probablemente el que no quiera cambiar, pero los demás no.

El reto es aprender a fluir con estados continuos de cambio y de estabilidad. Crisis, cambio, estabilidad. Crisis, cambio, estabilidad. Crisis, cambio, estabilidad. Si alguien permanece quieto ante el movimiento, algo pasará. Las familias, digamos, funcionales son capaces de permitir cambios, superando crisis y reinventándose para adaptarse. Una y otra vez, permitiendo restaurar su estabilidad cada cierto tiempo y de este modo avanzar.

Un problema muy habitual, y frecuente motivo de consulta, es que uno o varios miembros del sistema se resiste, por la razón que sea, a cambiar para permitir la adaptación conjunta del sistema al que pertenece, ¿lo visualizas? Entonces es cuando interviene la figura del psicoterapeuta, quien hará de agente de cambio, guiándoles a lo largo de su proceso.